La visión de la Iglesia Católica de los relatos evangélicos en torno al apóstol Pedro resalta su preeminencia sobre los demás
apóstoles: Jesús le da un nombre especial, Kefás (Roca en arameo) , La visión de la Iglesia Católica de los relatos evangélicos en torno a Simón Pedro
el cual señalaría la futura misión del apósto. Con todo, el pasaje evangélico clave es Mateo 16, 13-20, donde Jesús hace entrega a Pedro
de las "llaves del reino de los cielos" y se refiere a él como la roca
sobre la cual fundaría su Iglesia.
Luego de la resurrección, Jesús
nuevamente le menciona su papel: "Apacienta mis corderos, apacienta mis
ovejas", donde apacentar en términos bíblicos es ‘gobernar’. Por ello, según la visión de la Iglesia Católica, el evangelio reflejaría la voluntad de Jesucristo Cesarea de Filipo:
de que sus discípulos permanecieran unidos bajo la dirección de Pedro, a
quien Jesucristo dio ese nombre en un momento solemne, llevando a sus
apóstoles a una ciudad edificada junto a una roca,
Y yo te digo que tú eres
Pedro y sobre esta piedra, Yo edificaré mi Iglesia y el poder del
infierno no prevalecerá contra ella. A ti te daré las llaves del Reino
de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será también atado
en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra será también
desatado en los cielos.
Mateo, 16, 18-20
Mateo, 16, 18-20
La interpretación de las llaves del Reino de los Cielos actual no se
hizo hasta el papa Gregorio VII. La interpretación más común de los
Padres de esta metáfora es la predicación de Pedro, el cual abrió el
Reino de los Cielos a los judíos y a los gentiles.
En los Hechos de los Apóstoles se mostraría el papel de dirección que tiene Pedro: se encarga de iniciar la dirección del que tomaría el lugar de Judas, el primero en salir a hablar después de la venida del Espíritu Santo, el primero en hablar en el concilio de los apóstoles.Todo ello es interpretado por la Iglesia Católica como muestra del papel y misión que Jesús dio a Pedro en relación con la Iglesia que él supuestamente fundaría.
Por tales motivos Pedro es considerado dentro de la Iglesia Católica
como el primer papa. Aunque en aquel tiempo no llevaba el título pero sí
la misma función y autoridad.
La importancia política del Papado y la diferenciación del poder temporal y el poder espiritual:
El primitivo papado medieval:
La atribulada historia política de
Roma desvaneció el sentido del papado.
El papa Gelasio I (492-496) fue una excepción, una
figura especialmente notable por su colección de textos cristianos legales y
disciplinarios, los cuales, con su decidida tendencia a enfatizar la autoridad
papal, influirían en el desarrollo del Derecho canónico durante
la
Edad Media.
Al igual que León, otros papas se consideraron
dotados de poderes absolutos sobre la totalidad dela Iglesia, incluso sobre la
de Oriente, donde este punto de vista se aceptaba oficialmente pero en la
práctica existían muchas reticencias.
Gregorio I (590-604) recibió como
legado muchos territorios. Los administró muy bien, los defendió mejor aún, y
logró que la Iglesia
de Roma tuviera tanta fuerza y prestigio como la de Constantinopla.
Cuando
Gregorio envió a los agustinos como misioneros a Inglaterra en el 596, insufló
en la cristiandad del norte de Europa un sentido de gratitud y lealtad a la
autoridad pontificia que mantendrían sus sucesores durante siglos.
A finales del siglo VIII y
principios del IX, Carlomagno ofreció protección a los papas y les concedió
inmensos territorios en las regiones centrales de Italia, sustrato de los
futuros Estados Pontificios. El papa León III (795-816), a su vez, sentó las
bases del Sacro Imperio Romano Germánico tras coronar emperador de los romanos
a Carlomagno en la basílica de San Pedro el 25 de diciembre del 800.
Declive y reforma gregoriana
Debido a que las condiciones
políticas en Italia se deterioraron en el siglo X, el papado cayó en manos de
la nobleza romana. Los papas eran, en el mejor de los casos, meras figuras
decorativas en una ciudad abandonada de hecho; en el peor de los casos, cayeron
en la inmoralidad y fueron manipulados por familiares y por nobles sin
escrúpulos.
El pontificado de León IX
(1049-1054) situó al papado en el camino de la recuperación y le hizo
comprometerse en una profunda reforma de
la Iglesia.
Una
característica especial de esta reforma, promovida por los papas de finales del
siglo XI y principios del XII, era subrayar con énfasis la autoridad papal como
clave para restaurar el orden interno de
la Iglesia.
Gregorio VII (1073-1085) surgió,
tanto antes como después de su elección, como el defensor más acérrimo de este
movimiento, la reforma gregoriana, que originaría la Querella de las
Investiduras.
El papado resultante de estos
cambios, más insistentes que nunca en reforzar las prerrogativas del sumo
pontífice, convenció a la mayoría de los obispos y a muchos príncipes de que
estos privilegios eran en el orden religioso y temporal justos, los introdujo
en el nuevo Derecho canónico que se estaba formulando por entonces, y los
implantó institucionalmente como una burocracia centralizada. Gregorio VII y
sus sucesores fueron así los fundadores del papado moderno.
El papado resultante de estos
cambios, más insistentes que nunca en reforzar las prerrogativas del sumo
pontífice, convenció a la mayoría de los obispos y a muchos príncipes de que
estos privilegios eran en el orden religioso y temporal justos, los introdujo
en el nuevo Derecho canónico que se estaba formulando por entonces, y los
implantó institucionalmente como una burocracia centralizada. Gregorio VII y
sus sucesores fueron así los fundadores del papado moderno.
El legado de los gregorianos alcanzó
su cenit con el papa Inocencio III (1198-1216), cuya energía y capacidad le
convirtieron en la personalidad religiosa más importante de la sociedad europea
de su tiempo. Fue el primer papa en hacer uso consistente del título de vicario
de Cristo.
Aviñón y el gran cisma
Menos de un siglo después del
triunfo de la autoridad papal medieval bajo Inocencio III, el rey francés
Felipe IV, el Hermoso, humilló al papa Bonifacio VIII (1294-1303) y la guerra
sicológica que inició contra Clemente V (1305-1314) desembocó en una larga
estancia de los papas en la sede pontificia de Aviñón (1309-1377), donde se vieron muy influidos por los intereses políticos
franceses.
Al final de este periodo tuvo lugar
el Gran Cisma de Occidente, durante el cual dos o tres papas alegaban
simultáneamente, para gran escándalo de la cristiandad, que ellos eran los
únicos pontífices legítimos.
Aunque el Gran Cisma se terminó finalmente con el
Concilio de Constanza (1414-1418), el papado había perdido prestigio, y durante
los cien años siguientes vivió con el miedo a ataques a su autoridad por parte
de los radicales, que se manifestaron ya en el Concilio de Basilea (1431-1449).
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